Segunda
de tres partes de “Pobre: Te odio, te aborrezco y te castigo”.
Marche
una Hepatalgina a la mesa 44. Nuestros investigadores empiezan a sentir un fuerte
malestar estomacal.
III. Los
policías y su odio a los pobres.
“Tengo
las cosas muy claras. Traicioné a mi clase social desde el momento mismo que me
puse este uniforme y esta gorra. Persigo a los pobres, aunque mi procedencia
humilde sea innegable. Los miro a los ojos con asco, con desdén. Sobreactúo la
diferencia entre un “ellos” y un “nosotros” completamente ficticio. Me premian
por acumularlos en comisarias como cucarachas. Ejecuto directivas. No pienso.
No cuestiono. Obediencia debida. Orden al servicio de la comunidad”.
“Mi
dignidad vale tan poco que a veces la uso de propina. Torturo, persigo, grito,
golpeo, reprimo y a cambio ni luchar por mis derechos puedo. Mi vida corre
peligro día tras día, mi familia muchas veces también lo hace, pero esto no
deja de ser un detalle menor frente al enorme orgullo que representa para mí servir
a la patria. ¿Sindicalización? Jamás, nunca, ni en sueños. La cúpula al mando
ve con muy malos ojos que los policías rasos puedan materializar semejante acto
vandálico”.
“Últimamente
en América Latina estamos adquiriendo una sana costumbre. Cuando un gobierno no
nos gusta, improvisamos algún que otro golpe de estado. A veces algún populista
berreta toma el poder y le da a los pobres (a los malos, no a nosotros) más de
lo que en realidad les corresponde y eso a nuestros jefes (sí, esos que no
permiten nuestra organización) mucho no les simpatiza. Hasta ahora venimos
fallando. Será cuestión de seguir intentando. ¿Quién te dice? Quizás si ustedes
nos dan una manito en cualquier momento metemos un batacazo”.
“Comemos mucha pizza. Las tortugas ninjas son nuestros referentes. Somos gordos, panzones, pero hábiles para capturar a intrépidos forajidos arranca-billeteras. Decimos “afirmativo” más veces que Susana Giménez “correcto”. Jamás nos metemos con los grandes delincuentes. El delito organizado trabaja en connivencia con nosotros. Somos parte de una suerte de “equipo familiar”. Pan y manteca. Batman y Robin. Fresco y Batata. Martín y Fierro. Los hermanos sean unidos, que esa es la ley primera. Así decía, ¿no? Que lindas épocas esas… desde que se inventó la pólvora, se acabaron los valientes”.
“Comemos mucha pizza. Las tortugas ninjas son nuestros referentes. Somos gordos, panzones, pero hábiles para capturar a intrépidos forajidos arranca-billeteras. Decimos “afirmativo” más veces que Susana Giménez “correcto”. Jamás nos metemos con los grandes delincuentes. El delito organizado trabaja en connivencia con nosotros. Somos parte de una suerte de “equipo familiar”. Pan y manteca. Batman y Robin. Fresco y Batata. Martín y Fierro. Los hermanos sean unidos, que esa es la ley primera. Así decía, ¿no? Que lindas épocas esas… desde que se inventó la pólvora, se acabaron los valientes”.
“Para
dormir no contamos ovejas, sino cometas. ¿Estrellas fugaces? ¿Figuras cósmicas?
Nooooo mi amigo. Estoy hablando de los “diegos” que nos llevamos cada vez que
nos toca hacer un operativo. ¿Maradona? Nooooo. Ustedes están bastante perdidos
por lo que veo eh!! Verdesss!! Verdessss!! Parece que la materia “corrupción”
se la llevaron a marzo, eh! Mucha mano dura, mucho tolerancia cero, pero poca
viveza. Ya sabía que los iba a agarrar en algo”.
IV. Los
jueces y su odio a los pobres.
“Soy
Dios. O lo más parecido a eso que pueda existir en este mundo. Me deben respeto
y sumisión. Todos y todas. Exijo que me llamen “Su excelencia”. Vivo de
rituales muy estúpidos. Un crucifijo adorna mi cabeza. En algunos países hasta
uso peluca y toga. Teatralizo el conflicto social que por supuesto me
pertenece. Las partes no existen. Son meros datos en un expediente, cuyo
contenido jamás conoceré. Soy Dios. Eso ya lo dejé claro, ¿no?”.
“Soy
Dios. Tengo chofer, custodia y mucho pero mucho roce social. Vivo
extremadamente mejor de lo que podría sugerirles mi salario. Mis ingresos son
de dudosa procedencia. Amigos, cadenas de favores. No piensen mal por favor.
Una excarcelación tiene precio, pero no lo digan demasiado alto. Lo sabe todo
el mundo, pero uno tiene su nombre, vio. Además soy profesor universitario. Que
van a pensar los incrédulos de mis alumnos”.
“Soy
Dios y en mi calidad de tal de más está decir que me cago en eso de la igualdad
ante la ley. Sin dudas me parece la frase más pelotuda de toda la normativa
existente sobre la faz de la Tierra. Salvo alguna excepción muy pero muy
aislada, sólo condenamos a los pobres. Ay, ay, ay. Que fácil sería si todos
supieran cómo compensarme. Soy Dios”.
“Soy
Dios. Mi cargo es eterno. Pertenezco a una corporación divina. Intocable. Todos
sueñan con tener un amigo como yo. Un conocido con tan alto rango y jerarquía.
Trabajo bastante poco. Para eso tengo un ejército de pendejos, a mi
disposición. Que vayan aprendiendo los mocosos como es esto de mirar a todos
por encima del hombro. Toman las audiencias por mí, escriben las sentencias por
mí y hasta a veces me falsifican la firma para no complicar mi estadía en el
campo de golf más cercano. Soy Dios”.
“Soy
Dios. Pongo el grito en el cielo si alguien osa contradecirme. Que a nadie se
le ocurra denunciarme públicamente o intentar cortar alguna de mis
atribuciones. Ni agencia de noticias, ni compra-venta de influencias, ni
escuchas ilegales, ni anillos de miles y miles de dólares. Soy Dios y Dios hace
lo que se le canta. Tomá nota marcianito.”
V.
El sistema penitenciario como depósito de pobres.
“Todos
los días los vemos entrar. Nunca pronuncian bien las palabras. Nunca son rubios.
Que mala imagen. Que mala vista. Ya que los tenemos encerrados podrían ser un
poco más lindos, eh. Pero no. Estos negros de mierda, no saben hacer otra cosa
que delinquir”
“Se
agradece de tanto en tanto algún que otro recreo visual. Celebramos cuando en
las cárceles de mujeres aparece alguna rusa atractiva. Que las cárceles
femeninas estén llenas de mulas preferentemente extranjeras muchas veces nos
salva la vida. Salvo –por supuesto- que se trate de alguna boliviana o peruana.
Eso es lo mismo que tener una cárcel de hombres a nuestra disposición. Basura,
basura y más basura.”
“Dicen
que surgí para humanizar los castigos medievales, la tortura en plazas públicas
y demás rituales violentos al estilo William Wallace en el final de “Corazón
Valiente”; pero la realidad indica que mi único objetivo se limita no a
sustituir sino a esconder esas prácticas y mantener su ejecución detrás de los
muros carcelarios. Parece que de un momento a otro publicitar las represalias
no fue muy rentable que digamos para las autoridades de turno y ahí aparecí yo
y a otra cosa mariposa. Jaulas. De un tiempo a esta parte, por suerte nos
pusimos de moda”.
“No
soporto a los familiares de los presos. Son la misma lacra que ellos. Me
encanta complicarles la vida lo más que pueda. Construyo cárceles lo más lejos
posible de los centros urbanos para que cada vez les sea más difícil irlos a visitar. No hay que
mezclar a los normales con estas bestias. Que se tomen cuatro colectivos. Eso a
mí me tiene sin cuidado. Mejor. Así los agarro bien cansados para humillarlos
sin pudor alguno en las benditas requisas. Momento sublime si los hay. Cuartito
al fondo, a sacarse la ropa y si te he visto no me acuerdo”.
“Me
encanta ser cínico. Lo disfruto, lo gozo. Me masturbo con el artículo ese que
dice que la cárcel tiene como objetivo la reinserción del delincuente en la
sociedad. Me cago de risa. Me río en la cara de los que me creen. ¿Resocializar
excluyendo de la sociedad? ¿A qué ignorante perverso se le ocurre confiar en semejante
contradicción lingüística? Si me interesara resocializar a alguien, una vez que
los tipos salen no les dificultaría enormemente las cosas, por ejemplo jodiéndoles
la vida para que consigan un trabajo a partir de la existencia del certificado
de antecedentes. Me caigo y me levantoooooo!! ¿Resocializar? ¿En serio alguien
cree semejante estupidez? Jajajaja!! Estruendoso. Genios posmodernos. Qué
maravilla que son los teóricos del estado de bienestar. Palito, bombón, helado.
Merca, celular y celda vip. Quién da más, quién da más”.
Maximiliano Postay